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jueves, 17 de septiembre de 2009

Tregua


Fue la flaqueza de sus fuerzas las que le hicieron dejarlo por enésima vez, ansiando el olvido como si no lo tuviera tatuado y aquí esta una vez más descubriendo los fantasmas cubiertos por las sabanas empolvadas que creyó eran olvido, divisando las siluetas que se esconden bajo ellas.

Nuevamente el chico malo que hace maravillas con la ingenuidad, sin nadie influyendo en el instinto, jugando a quemarse como si recién descubrieran las cerillas. Han pasado siglos de historia y nuevamente él arde en su oído, susurrante, peligroso, invitándola a infringir la paz de los mundos en dimensiones separadas por los años. Expuesta sin atavíos, una Juana de Arco dispuesta a sus llamas a esperar que con la lengua húmeda, extinga el fuego de sus pezones y con sus manos enguantadas en seda recorra la brasa de su cuerpo.

No lo vio venir lo reconoce, la brújula averiada no le indico su norte, pero inexorablemente converge nuevamente con el sur. El hielo con el calor hicieron nubes otra vez.

Era jueves y el oráculo le mostró un rostro limpio, claro, casi palpable tan real como el pasado. Extendió la mano para tocarle y despertó del vaticinio, corrió a prisa a buscar las añejas agendas y las palabras casi apolilladas le señalaron el rumbo y esa acariciable voz seduciendo su oído a través del teléfono se sumergió sin medir conscientemente la amenaza, porque simplemente no quiso ver a ambos lados antes de cruzar la línea. No basto nada más porque a él le corrían llamas por las venas desde que ella lo dejo y como si hubiese estado esperando señales de humo se encontraron otra vez, sin promesas, sin amarras, sin juramentos.

Reconstruyeron un viejo ritual, más que conocido, adivinado por los dos; primero la luz encendida que indicaba su presencia en la vieja casa materna, él sigiloso, travieso como siempre aparenta casualidad, abre la puerta del coche que extrañó su perfume, luego un beso tímido en la mejilla y se perderán con la noche en paisajes recorridos. Charlaran un rato, porque ninguno se atreve a ser el primero en encender las cenizas, pero aún en la penumbra él mira su silueta y la desnuda con los sentidos, ella a su vez se embriaga con sus ojos que la recorren.

Como una película vista hasta la saciedad ella hablara y hablara, porque a él le gusta mirarla mientras lo hace y sonreír mientras la observa porque con ello siempre delata sus nervios y la prisa que lleva porque él la calle con un beso. Entonces, la estrecha entre sus brazos que parecen cadenas como si no quisiera volver a perderla y le da de sus labios no un beso, sino vida, haciendo de su respiración la suya como un solo cuerpo, una piel, tan blanca y nívea la de ambos que se confunde en el abrazo.
Una mano diestra sube por su espalda, bajo su blusa y con dedos hábiles suelta el broche de la prenda asfixiante, dejando que la blanca exuberancia sufra un escalofrío. Ella hará lo propio con su camisa para sentir después de tantas noches insomnes el calor de su pecho rozando el suyo.
Se conocen tanto y tan bien, pero redescubren el mapa de sus cuerpos jugando a los exploradores por una tierra que quema húmeda, entre los gemidos de ella y el ahogo que él experimenta cuando ella enrolla sus piernas de boa en su cintura, apretando los muslos mojados de sudor, haciendo una misma danza, con un ritmo que solo los expertos manejan. Seguirán jugando toda la noche, porque no hay prisa en crecer.
Una y otra vez su pelo caerá como cascada sobre su pecho, sus manos buscaran todos lo caminos, sin dejar espacio por conquistar, porque él ha plantado su bandera en su playa, ella se ha dejado dominar, pero la timidez es solo parte de la trama y se turnaran el papel de dominado y conquistador hasta que amanezca, aun cuando faltan horas para ello y no hay reloj de arena ni sol que les perturbe, él ira dejando huellas en su piel, sus dedos dejaran la impresión digital sobre sus altos pechos, ella marcará el camino con los labios de norte a sur y de este a oeste, porque se pertenecen mutuamente.
Cada uno lleva al otro metido en la espesura de la sangre, que hierve, palpita y resucita solo cuando están juntos, así ha sido siempre, desde la primera infancia, se dejan miles de veces para volverse a encontrar y comenzar lúdicamente a conocerse otra vez, sin culpas porque esto no lo entienden los terceros, ellos solo son actores invitados que nunca serán protagonistas, están ahí por un mal movimiento del tablero, para recordarles que mañana ella se ira con su mar devuelta a sus hijos y él regresará a ser hombre... el hombre de otra.


Carolina Bustos

1 comentario:

  1. hoy después de tanto tiempo te extrañé como nunca, como quisiera poder abrazarte y decirte que todo pasará y que la pena pronto sólo será un mal recuerdo...siempre tendrás un lugar especial en mi corazón.

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